Partamos porque lo mejor de viajar es volver y para mi si que lo es. El resultado del viaje se ve después, el impacto positivo que tiene en uno, las energías renovadas y la mejor parte, para mi, llegar a mi casa, saludar a mis gatos y abrir las maletas.

No viajaba hace 2 años. Hasta el 2019, nuestro ritmo eran 2 viajes al año, por placer o por trabajo. Me encantaba ese ritmo, porque me gusta mucho viajar pero prefiero viajes cortos y precisos. La verdad no me gusta estar mucho tiempo fuera de mi casa, aquí es el lugar donde más feliz soy, con mis gatos cerca. Cuando los tengo lejos me cuesta desconectarme de ellos al 100%, me imagino que eso les pasa a las personas que tienen hijos. Sobre todo cuando quedan solos. Esta vez, Gino se quedó con ellos y pude disfrutar mucho más.

Siempre comparo los lugares en los que he estado y prefiero la ciudad antes que la playa, y el frío antes que el calor, se sabe.

Pero este viaje a la playa fue especial, porque es el primer viaje que hemos hecho con la familia completa, mi pequeña familia, somos 4 y nos propusimos de aquí en adelante, cumplir los deseos de todos. Era un viaje que nos hacía falta, que por distintas razones no habíamos podido ni si quiera pensarlo, pero ya se hizo realidad.

Soy una persona súper introspectiva, todo el tiempo estoy descubriendo cosas mías o conociéndome, la verdad es que nunca termino de hacerlo y debe ser porque como todos, estoy en constante cambio.

Este viaje sirvió para eso, reflexioné como nunca antes lo había hecho en un viaje, no se si porque el lugar al que fuimos me permitió más descanso y menos movimiento, lo que te exigen las grandes ciudades, o por las personas con las que viajé, que son mis progenitores pero aún así, con su formación y todo, somos tan diferentes.

Me encanta darme cuenta de cosas que configuran al mundo, que no importa ni la nacionalidad de una persona, ni si apariencia física, ni el lugar en el que vive, que siempre hay alguien noble que se nos cruza en el camino. Que me encanta la diversidad y no me molesta ver a alguien distinto, todo lo contrario, que esa es la gracia de vivir en un mundo tan grande y tan original.

Existen tantos mundos paralelos ocurriendo al mismo tiempo y es una dinámica que siempre hago al volver, cierro los ojos y me imagino que estará ocurriendo en el lugar en el que estuve, me imagino la playa igual de llena, personas entrando al mar, sumergiéndose, sintiendo el viento en la cara, tal como lo hice yo. Todo sigue en movimiento, todo sigue repitiéndose, el mundo no para nunca.

Pero yo vuelvo a mi realidad y es brusco el cambio, cuando vivimos al sur del mundo y me acuerdo cuando alguien me preguntó de dónde era y yo respondí Chile, el último lugar del mundo con una sonrisa y sí que sirvió la sonrisa. Esa persona me dijo: No hay sonrisa que no consiga algo. Y me hizo un descuento en lo que estaba comprando, desde ahora sonreiré siempre, aunque siempre lo he hecho.

Para mi volver siempre es lo mejor, es cuando decantan las enseñanzas, cuando valoramos nuestra zona de confort, cuando entendemos que aunque nadie lo note, tenemos un rol importante en la vida de alguien, cuando somos una pieza clave para que algo se desarrolle o simplemente exista.

Después de cada viaje soy una mujer diferente. Ojalá todos tuvieran la oportunidad o la iniciativa de viajar para reencontrarse, para conocer cosas de uno que en la rutina se hunden por caminos desconocidos y no aparecen hasta que decidimos dar un giro a lo de siempre.

Una vez más doy las gracias por la vida, por mi vida, por tener la oportunidad de hacer tantas cosas, no se cómo dar más las gracias, la verdad siento solo abundancia sobre mi que me cuesta manejar y devolverle la mano, pero me imagino que hacer las cosas bien es una de las formas de gratitud.