Nunca me había tomado tanto tiempo de vacaciones y no puedo decir que fue lo mejor, la semana 3 me dio el ahogo, esa necesidad del alma reclamando por volver a la normalidad, porque estar de vacaciones es como soñar, que no tienes responsabilidades ni pendientes, un aburrido sueño sin emoción.
En veranos anteriores ya me había dado cuenta que no me gustaba estar de vacaciones y no porque no se me ocurran cosas que hacer, es porque mi humanidad extraña esos momentos de concentración profunda que implica el trabajo y que tan bien le hacen a mi equilibrio.
Aún así, descansar me hizo bien, ahora me siento como hambrienta e inyectada para volver a mi escritorio a revisar los tantos pendientes que acumulé en mi lista mental.
Además, los días me sirvieron para reflexionar, en las vacaciones uno ve su vida real desde fuera, alejados de la burbuja de la rutina, lo que permite reflexionar mucho más sobre lo que estamos haciendo, si somos felices en eso, qué haremos y qué dejaremos de hacer.
Estoy tomando decisiones que espero respetar, mis objetivos siguen siendo los mismos y veo mi vida como un lugar tranquilo para habitar, sin excesos de nada, ni de trabajo, ni de personas y menos preocupaciones.
Este lunes vuelvo a trabajar enfocada en lo que me gusta hacer y mentalizada en que los malos momentos, son solo momentos que van quedando atrás, que pasan y que se olvidan fácilmente, tanto como si no hubieran sido parte de la vida.
Podría agrupar los malos momentos como un todo generalizado, pero sería incapaz de identificarlos uno por uno y con eso, me doy cuenta, que realmente no tienen la importancia que uno les da en el momento que ocurren.
Me hace feliz pensar en que mi trabajo me permite tener la vida que quiero, cuando me alejo de ese pilar fundamental porque la mente me juega en contra, me acuerdo de las personas que tienen que cumplir con un horario de trabajo o con metas, y no se sientan mal si sus trabajos son así, porque todos los hemos tenido, pero me alegra saber que yo ya no y que soy mucho más libre de lo que alguna vez creí ser.
En mi vida no existen más metas que las de estar más concentrada en el presente, de corregirme cuando no estoy disfrutando algo como debería, de tener más tiempo para vivir la vida misma; la casa, las cosas, los libros, los gatos, las plantas y el café.