Son hartos, vividos intensamente aunque últimamente con mayor tranquilidad, mi vida se detuvo a los 30. Siempre le digo al Gino que siento como que el tiempo estuviera detenido, que no he sentido los 5 años que han pasado desde que estamos juntos, que está todo tan bien que a veces me pregunto ¿cuándo va pasar lo malo que tiene que pasar?
Ha sido una primera mitad de los 30, y me detengo a buscar la palabra precisa (…), hermosa, aunque dudo si es la palabra que describe perfectamente esa mitad, ha sido lento y eso me ha permitido disfrutar.
Mientras, el Gino me viene a interrumpir, solo me acompaño de las luces de los veladores y de mi gata gris, me desconcentro seguido como siempre, para todo soy así y siempre lo fui. Hay cosas que quedan en uno y aunque pasen los años no cambian.
Recién a mis 35, puedo decir que soy una adulta, y no porque la edad represente simbólicamente algo, porque por primera vez me miro al espejo y ya no tengo aspecto de joven de 23. Antes no me había pasado, hace unos 6 meses atrás empecé a notar los primeros cambios. Seguro no a todos nos pasa igual, quizás algunos envejecen antes y otros después.
Yo, empecé a volverme mayor hace 6 meses atrás y seguro no con tanta exactitud, pero hay signos en la piel que me avisaron que desde ese momento, ya no volvería a ser joven, así joven joven como de entre los 15 y los 25.
El Gino me trajo una copa de vino rosé y unos quesos pitucos babybel. Y yo me pregunto si la vida me está mostrando señales evidentes todo el tiempo de que perdí la juventud.
Para la navidad le regalé un cuadro de Ronan Bouroullec, que hoy ocupa el muro del comedor. ¿Se acuerdan cuándo uno le regalaba peluches a los pololos? O juntaba la poca plata que tenia para comprarles ropas feas de marcas de multitiendas que nunca ocuparían o un portaretrato barato con una foto que terminaría en una caja guardada en la parte de arriba del closet, acompañado de tarjetas hechas de cartulina.
Ahora regalo arte.
¿Alguna otra mejor razón para confirmar que soy una señora?
No quiero que suene mal, no me estoy quejando por volverme mayor, amo ser adulta. Amo ser quien nunca pensé llegar a ser. Aunque se me caigan los pómulos, los párpados y se me oscurezcan las ojeras, aunque tenga más papada que mi mamá y aunque se empiecen a soltar las carnes, y no pretenda hacer nada para cambiarlo.
Desde los 30 que estoy viviendo la mejor etapa de mi vida y espero que se extienda hasta los 65, a lo menos.
Esa etapa de la adultez en que uno ya no necesita figurar en fiestas, ya no tienes que demostrarle ni dar explicaciones a nadie de lo que haces, ya no andas pendiente de lo que está haciendo el resto, te vistes como tú quieres no como lo hace la de al lado, te curas con un par de copas de vino para acostarte a dormir con tus gatos.
Ya no finges, ya no pretendes, ya no disimulas.
La gente ya no es valiosa y hacer nuevas amistades menos, ya nos quedamos con los que tenemos y nos tienen.
Todos nos imaginábamos nuestra versión adulta con hijos, y yo la verdad, todavía no los pienso.
Mi versión de 35 años está a pocos días de comenzar.
Yo no soy de las que pide cosas materiales, pido vivencias y experiencias. También pido las herramientas, para hacer las cosas bien en todos los aspectos de mi vida. Cuando lo estoy haciendo mal, pido las herramientas para poder hacerlo bien y espero seguir teniéndolas para tomar buenas decisiones y seguir recibiendo tanto amor y abundancia como estos últimos 5 años de mis 30.
Que empiecen los años de más arte, más vino, más queso, más libros, más gatos, más tiempo libre, más gino, más familia, más de lo que tanto me gusta.