Terminé de leer un libro de Hiromi Kawakami, en medio de una brisa sofocante del verano producida por el ventilador, echada en el sillón y con los gatos tan derretidos como yo. Casi me caen unas lágrimas, pero las bloqueé.

La semana pasada terminé otro libro, pero de Kazuo Ishiguro, mis últimos libros, ambos japoneses. Ya con varios de estos orígenes a cuestas, puedo confesar que es mi literatura favorita.

Aunque el mejor que leí el año pasado fue estadounidense, los japoneses se ganaron mi favoritismo de aquí en adelante.

No hay mejores autores para graficar detalles, sensaciones y sabores. Nadie transmite tan bien la cultura de un país en medio de una historia de amor.

Con ellos, entendí que leer es algo para disfrutar, imaginar, viajar por medio de la imaginación, reflexionar. Antes, leí mucho de marketing y creatividad, ahora ya no quiero más pseudo teoría, solo buenas historias.

(…)

Estoy escribiendo este post en dos tiempos, ahora estoy en mi ritual nocturno, donde siempre elijo entre una serie o un libro. Hoy, como ya puedo empezar un nuevo libro desde cero, decidí seguir por el que más ansiedad me causa, Murakami. Y se me viene a la mente ese gif de un hombre que explota el universo detrás del y hace el gesto con las manos que explota su cerebro.

Me han hecho comentarios tan contradictorios, que ahora no queda más que tener una opinión propia de lo que significa Murakami. Lo primero que hice antes de pensar en comprar un libro, fue googlear cuál era la mejor elección para empezar a leer Murakami, en eso llegué a Tokio Blues y aquí lo estoy empezando, en las primeras páginas menciona una canción de Los Beatles, que también aparece en la portada y que no dudé de escuchar en el mismo momento que estaba leyendo, luego me comentaron por historias que es mejor aún leer Murakami con música y que existen playlists para leer sus libros en spotify, brillante.

Ya no recuerdo hace cuantos meses empecé con literatura japonesa, no fue porque me recomendaron un libro, ni porque vi algo en Instagram. Un día fui a la Jerplaz y elegí un libro de Kawakami por tincá. Esta se convirtió sin duda en la mejor forma de elegir un libro, leyendo el titulo, la descripción y saber la edad y origen del autor.

No se cómo explicarlo para que no suene exagerado, pero todos estos nuevos autores trajeron algo bueno a mi vida. Cuando me siento a leer me causa mucho placer, trato de hacerlo más consciente que antes. A veces tengo incluso pensamientos fatalistas y repetitivos, que me recuerdan que cuando esté muerta no voy a tener el placer de leer un libro y además voy a tener mucha hambre.

Aunque lo mejor de este descubrimiento y cambio en mi modalidad de lectura, es la práctica que he ido adquiriendo para imaginar, siento que lo hago tan bien. Los espacios, los restaurantes, los platos de comida, los tragos. También los paisajes, montañas, la lluvia, la nieve, los hongos, los árboles, los pájaros. El mar. La ropa, el pelo, las expresiones en los rostros, los zapatos, los gestos, las personas.

También me ha pasado que cada uno de estos libros está pasando a ser como una historia más de mi propia de vida. El otro día viendo las noticias, me acordé de un personaje muy especial del libro que leí de Ishiguro; “¡Ella es como Klara! Si el personaje de mi libro, Klara, un androide de inteligencia artificial existiera sería como ella”

También he podido comentar en conversaciones cómo viven los japoneses y cuál es su dieta.

Desde mi cama y de nuevo con mis gatas, en el silencio de la noche y solo acompañadas del ruido del mundo, solo pido más literatura japonesa en mi vida.